sábado, 3 de octubre de 2009

El barrio de los Graneros




Breve reseña del articulo de Erwin Leiser "El barrio de los graneros de Berlín"


Leiser nos muestra como se forja la obra del artista Shimon Attie a partir de lo ocurrido en el Barrio de los Graneros en Berlín. Nos da una breve descripción de lo vivido antes, durante y al fin de la II Guerra Mundial en este barrio.

A partir de un pequeño extracto de un texto escrito por Walter Mehring en 1929, Leiser nos introduce en la atmósfera en la que se vivía antes de la II Guerra Mundial en un barrio de Alemania: El barrio de los Graneros de Berlín que recibía este nombre pues había sido un distrito situado fuera de la ciudad edificado con graneros durante el siglo XVII. Luego surgió ahí una pequeña comunidad judía que con el tiempo se convirtió en el centro de la vida judía del Este de Berlín y durante los años veinte fue escenario de luchas entre comunistas y fascitas.


Leiser, con once años de edad, ya podía percibir los contrastes de ese barrio al pasar por ahí camino a la escuela. “Era un centro religioso de los judíos del Este y a la vez un barrio vulgar de diversión, con prostitutas y delincuentes.” Durante el artículo, describe brevemente a algunos de los vecinos que vivieron o gente que trabajó en este barrio con el afán de traer a la vida el recuerdo de personas que existieron ahí antes de desaparecer por completo y ser casi olvidadas y de retratar las costumbres judías y algunos pasajes de lo cotidiano.
Entre estos personajes, está un rabino importante, Abraham Mordechai, abuelo de uno de los amigos de Leisser. El autor describe la habitación de aquel y ese pequeño mundo ahí existente alejado de la realidad externa. Un lugar a salvo de la realidad patente afuera, un refugio. Nos narra también como la Gestapo va a apresarlo cuando el anciano por suerte acababa de fallecer. Y es su funeral una de las últimas manifestaciones judías del lugar.
A partir de ese momento, la Alemania nazi comienza a desterrar y matar judíos; los arrestos brutales se llevaban a cabo en todo momento. Se quemaron las sinagogas, se llenaron los campos de concentración y comenzó el holocausto. El barrio desapareció.


Después de finalizada la guerra, se cambiaron todos los nombres de los graneros por los de soldados antifascitas que nunca vivieron ahí. Escribe Regina Scheer: “Suprimir los nombres de las calles significa borrar también las huellas de tantos judíos que no dejaron tras de sí más que unas direcciones anotadas en las listas de deportación de la Gestapo”. Los recuerdos estaban asociados a estas calles ahora inexistentes.
Shimon Attie, antes de plantear su obra, viaja a Berlín buscando huellas de los judíos que vivieron en el Barrio de los Graneros y logra advertir entre sus calles la presencia de los desaparecidos. La sensación entre lo que podía ver y lo que había dejado de existir llevan al artista a buscar traer ese pasado y revivirlo por unos instantes.
Así comienza su fotoproyecto que consta de 30 instalaciones y actuaciones que también toma la forma de una exposición de fotografía. Consiste en la proyección de una serie de fotografías tomadas antes de la II Guerra Mundial de la gente que vivió en el barrio y la proyección de estas sobre los muros de las casas donde originalmente fueron tomadas.
Attie se vale de la proyección como medio de reproducción de las imágenes y la superposición de estas para acercar el pasado al presente. Este juego entre la foto en blanco y negro proyectada y la pared de color de soporte en la realidad evoca el recuerdo de las personas olvidadas y los espacios que habitaron.
De esta manera, logra capturar y grabar un instante de las personas, regresarlas a su vida cotidiana, a sus espacios, a su normalidad y transmitir al espectador una impresión de la vida de los judíos de esa parte de Berlín. Pero la mirada del artista no es nostálgica o de pérdida de un ambiente, sino que explora la presencia singular de los ausentes. Los deja salir una vez más a la superficie.
Attie logra que lo que proyecta contra la fachada funcione de soporte que a su vez proyecta desde lo interior hacia fuera la vida de los ahora ausentes que ahí habitaron. Se percibe ese doble juego de proyección del artista y de las realidades a través de los muros.
En un principio, no tuvo dificultades en el lugar, con la gente; pero luego el ambiente se torno más hostil cuando empeoró la situación económica y algunos protestaban alegando que sus vecinos pensarían que eran judíos; otros lo amenazaron e, incluso, lo agredieron cuando llevaba a cabo las proyecciones. A pesar de todo, llega a recuperar parte del barrio que fue destruido por la guerra.



1 comentario:

  1. Vilém Flusser decía que resultaba necesario que el artista consiga que sus imágenes escapen de la mera reproductibilidad, que se escapen de ser un mero documento.

    No conocía el trabajo de Attie pero me parece brillante. Juega con la virtulidad de las imágenes, y las hace súbitamente concretas para los espectadores: juega con la memoria, y las hace actuales; juega con el espacio y la performance, y las hace que las fotografías tengan "cuerpo".

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