miércoles, 30 de septiembre de 2009

Imágenes en movimiento - Diana Fernández Irusta

copy-paste de salonKritik (publicado allí por José Luis Brea)



Originalmente en lanacion.com

"Es completamente imbécil. ¿Por qué filmar a la velocidad normal eso que vemos con nuestros ojos? No veo cuál podría ser el interés de una máquina ambulante." La frase la pronunció Étienne-Jules Marey alrededor de 1895, cuando le hablaron del flamante cinematógrafo de los Lumière. La retomó Jean-Luc Godard, quien a su vez sentenció: "Entonces, la máquina efectivamente falla entre Lumière y Marey. Hay que volver a empezar desde ahí". En respuesta a la propuesta godardiana, David Oubiña se concentra, en Una juguetería filosófica. Cine, cronofotografía y arte digital, en aquel período crucial donde se produjo el pasaje de la primitiva cronofotografía al dispositivo cinematográfico. En esa instancia, además, se habrían perfilado los elementos de un posible cine futuro.

Con prosa amable y rigor académico, Oubiña desmenuza lo que en los libros de historia del cine suele apenas dar lugar a capítulos pintorescos o estrictamente informativos: por un lado, el desarrollo de los philosophical toys ("juguetes filosóficos") del siglo XIX, guiado tanto por la curiosidad por los efectos ópticos como por la investigación sobre la fisiología de la vista. Por el otro, las investigaciones que realizaron el fisiólogo francés Marey y el fotógrafo británico Eadweard Muybridge: placas cronofotográficas e instantáneas sucesivas que segmentaron por primera vez el movimiento. En cierto modo, estos descubrimientos hicieron posible el cine. Pero también se convirtieron en su reverso, dado que la esencia de lo cinematográfico se basa en generar una ilusión de continuidad allí donde sólo hay una sucesión de poses fijas y discontinuas. Toda la arquitectura del cine se sostiene en el ocultamiento de esa contradicción, en la imposibilidad de detenciones o intervalos que delaten la tensión entre el "afán realista" que conduce a la representación del movimiento y el "afán analítico" que lleva a su descomposición. El arte del siglo XX se encargaría de revelar esa marca de nacimiento. "Lo que seduce a muchos artistas modernos no es la ilusión del movimiento sino su manipulación y su reconstrucción", escribe Oubiña. Una búsqueda que los llevará a "no trasladar el efecto cinético en tanto modo de representación, sino apropiarse del mecanismo cronofotográfico -que lo ha hecho posible- para ejercer una violencia dentro de su propio discurso". Lo que Duchamp, Ernst o Malevich desarrollaron en el campo de las vanguardias plásticas lo continuarían luego Bill Viola, Chris Marker o Douglas Gordon en obras en las que, mediante el ralenti y la detención, la materia fílmica anuncia la aparición de una forma de pensamiento estrictamente audiovisual.

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Referencia: Una juguetería filosófica, David Oubiña, ed. Manantial



1 comentario:

  1. Qué genial. Recién leo este post: es como una profesía anacrónica de lo que vimos esta semana sobre los juguetes científicos.
    Ese libro de Oubiña está apetitoso.

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